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Perder la visión le hizo conocer sus talentos

  • 3 agosto 2020
  • Santo Domingo

Ronny Leyba es un jo­ven de 31 años de edad. Después de perder la vi­sión se hizo abogado, ins­pector de trabajo, técnico y profesor de informática y defensor de los derechos de las personas con disca­pacidad.

A los 13 años le diag­nosticaron una patología visual conocida como Ma­culopatía que le obligó a dejar la escuela a los 14 años, cuando cursaba el segundo de bachillerato, lo que mermó pero no se­pultó sus deseos de supe­ración.

En ese entonces, 2007, tanto Ronny Román Le­yba, como sus padres ca­recían de información y orientación, por lo que sa­lir del aula fue la única op­ción que vieron la mañana en que su profesora de lite­ratura y directora del cole­gio, convocó a sus padres a una reunión para decir­le que su hijo tenía serios problemas de visión.

No alcanzaba a ver na­da de la pizarra y en el cuaderno empezaba a es­cribir en una línea y termi­naba en otra. Cuenta que aunque tenía baja visión desde niño, siempre fue muy independiente.

Al dejar la escuela, no perdió la esperanza de aportar para su sustento, así que se dedicó al traba­jo informal: pasando por talleres de ebanistería, ventorrillos, floristería, la­vandería, vendedor de sal­chichas y de bizcocho en una “guagüita” junto a un amigo, pero en el que más se destacó fue como la­vador de vehículos, reco­rriendo casi todos los Lava autos ubicados en la zona Oriental, oficio en el que estuvo desde sus 14 hasta los 20 años.

Lavando carros encontró la luz
Fue justo en esa labor que encontró el sendero que trazó su destino, arrojan­do luz a su casi completa oscuridad.

Cuenta Ronny que su deseo era estudiar, apren­der, ser un ente produc­tivo, pero no sabía dónde acudir, aunque entendía que se podía.

Su convencimiento lo basaba en el ejemplo de un compueblano de sus padres en Monte Plata, el señor Edgar Reyes, escri­tor y comunicador (falle­ció recientemente), quien hablaba por radio, pese a ser ciego de nacimiento y luego perder la audición. “Yo decía, si él pudo estu­diar que es totalmente cie­go, yo que en ese entonces aún veía algo, me decía en­tonces yo también puedo”.

Cada sábado iba a la ca­sa de don Gilberto, un do­minicano retirado luego de vivir por muchos años en EEUU, a lavarle su auto. A él le pidió orientación y és­te emocionado le ayudó a encontrar el teléfono de la Fundación Dominicana de Ciegos. Llamó y lo citaron para la semana siguiente. Entre risas, Ronny recuer­da que ese día, pese a la dis­tancia, fue dos veces desde donde Gilberto a su casa. Primero a buscar la guía te­lefónica y luego a buscar a su padre para que dicho se­ñor le hablara de esa posibi­lidad.

Primer paso
Así lo hicieron y en la Fun­dación Dominicana de Cie­gos conoció un mundo distin­to, se alfabetizó en el lenguaje braille, un sistema de lectura y escritura táctil para perso­nas ciegas, se hizo informáti­co y pasó a ser el primer pro­fesor ciego que impartió esa materia a personas con disca­pacidad visual del Centro de Capacitación para Ciegos (Cecapci), de Santiago.

Terminó el bachillerato, entró en el 2011 a la Uni­versidad del Caribe (Unica­ribe) se hizo técnico en in­formática y luego cambió a estudiar Derecho graduán­dose en marzo 2018. Antes de que aprendiera a esca­near los libros de texto, su madre se los leía todas las tardes y lo grababan en Cas­sette, que luego escuchaba y aprendía.

Laboró como recepcio­nista en el Despacho de la Primera Dama y luego pa­só al área jurídica, en ene­ro del 2019 participó en un concurso de Oposición pa­ra Inspector de Trabajo en el Ministerio de Trabajo, junto a 1,409 abogados, lo­grando la mejor puntuación en la primera prueba y que­dando dentro de los 50 ele­gidos y designados en julio de ese año.

La limitación la hace uno mismo
Está convencido de que las limitaciones se las po­nen las propias personas, ya que él después de perder la visión ha sido más producti­vo. Sólo se requiere, asegu­ra, fuerza de voluntad, sa­crificio y metodología, así como eliminar el pretexto del “pero”.

Dice que cuando veía nunca le había puesto la mano a un teclado de com­putadora y después de per­der la visión no sólo se convirtió en técnico en in­formática y profesor de per­sonas videntes y no viden­tes, sino que se convirtió en el técnico del sector Ensan­che Isabelita, donde siem­pre ha vivido, arreglando las computadoras que se da­ñaban “empecé a picar mis 100 y 200 pesos en ese en­tonces”.

Inspector de Trabajo
En el 2010 se convirtió en docente de informática, en el 2011 vendía recarga de teléfono en la universidad mientras era estudiante; en el 2013 era multiplicador de temas de VIH y discapa­cidad; ese año entra al Des­pacho de la Primera Dama como recepcionista y lue­go como auxiliar jurídico; el primero de julio 2019 le nombran inspector de Tra­bajo.

Fue asignado a Santiago donde viajó cada día y lue­go se instaló en esa ciudad hasta que en enero del 2020 lo trasladaron a la represen­tación local del Ministerio de Trabajo de la provincia de Santo Domingo.

Creó recientemente la Fundación Pro Inclusión In­tegral de las Personas con Discapacidad (Funprodis), estrenada durante la pande­mia del Covid-19.

MIRADAS
¿”Qué soy”?
Ni vidente ni no vidente

La maculopatía afecta el centro de la retina en la parte posterior del ojo que afecta la visión central aguda y sólo tiene residuos visuales en la periférica. Ronny dice que llegó un momento en que no sabía dónde ubicarse, porque los que la padecen están en un punto medio porque ni son ciegos completos, pero tampoco ven bien, por lo que por mucho tiempo se preguntó ¿“yo veo o no veo, qué soy?”.

Su niñez fue la de un niño normal, se crío en el sector Isabelita en Santo Domingo Este, y se la pasó corriendo y volando chichigua, aunque siempre veía una manchita en su ojo al que nunca le prestó atención.

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